domingo, 14 de febrero de 2016

MI INFANCIA


Cuando era pequeño todas las tardes después del colegio íbamos, mis amigos y yo a jugar al parque palomar que en su día lo llamábamos el parque del tobogán amarillo.
Normalmente jugábamos al fútbol utilizando los arboles como palos de portería, ya que la pista estaba ocupada por los mayores, aunque a nosotros nos gustaba más jugar en hierba para tirarnos y revolcarnos en ella.
Después de jugar un poco al fútbol era la hora de la merienda y el bocadillo más usual era el de mortadela con queso ya que a mí, el dulce nunca me ha apetecido para merendar.
Tras esa pequeña pausa a votación popular decidíamos si jugar en el tobogán y en los columpios o jugar al tula en alto en la parte de debajo del parque.

A partir de los cuatro años otra cosa que me entusiasmaba mucho era ir a ver al bar de debajo de mi casa los partidos del Real Zaragoza ya que en esa época estaba en primera compitiendo con los equipos más grandes. Me acuerdo que era fan de Diego Milito ya que era el pichichi y para mí el mejor jugador del equipo.

Antes solo me apetecía ir al pueblo en verano, porque también iban mis primos, que aunque fueran considerablemente más mayores que yo me lo pasaba muy bien jugando con ellos al monopoly, mi juego preferido cuando era pequeño.                   
Pero todas las mañanas al levantarme mi familia y yo íbamos a bañarnos al río. Era el mi lugar preferido del pueblo. Al principio me bañaba únicamente en la orilla, pero mi verdadero reto era cruzar el río de lado a lado, y lo conseguí, comencé a nadar en la parte de arriba para que la corriente no se me llevara y finalmente lo conseguí.
Tras un largo periodo de baño, al final de la mañana me dedicaba a pescar renacuajos en unos remansos de agua junto al río. Me encantaba la forma en la que nadaban y como algunos ya empezaban a tener patas para más adelante convertirse en rana.

Estos son las mejores cosas de mi infancia y espero que algún día pueda llegar a repetirlas.

lunes, 1 de febrero de 2016

SOLO SÉ QUE NO SÉ NADA

Expresar la opinión libremente sobre algo nunca ha sido fácil, supongo que tampoco lo fue en la antigua Grecia.
Cuesta aceptar que otros no compartan tu misma idea u opinión, y mucho más si es una crítica social, política, moral o ideológica.
Vivimos en un país democrático y deberíamos acostumbrarnos a pensar que es un lugar de encuentro o confrontación de opiniones diversas y, si no coinciden con la tuya, hay que respetarlas.
Nunca hay que usar la violencia física o verbal para acabar con aquello que molesta o con quien dice algo que no gusta. Sería mucho mejor reflexionar qué es lo que quiere decir y porqué lo dice.
Sócrates con esa frase pretendía decir que no se puede saber nada con absoluta certeza en asuntos de carácter social, de relaciones humanas, de política ciudadana e incluso en las cosas que uno cree estar seguro.
Sería más acertado no creerse el mejor, el que más sabe, el que tiene la verdad absoluta, sino tener la voluntad de aprender cada día más para llegar a saber algo.
Hay que tener la humildad necesaria para darse cuenta de que realmente sabemos poco pero tenemos la intención de seguir aprendiendo, que tenemos que mejorar, que el conocimiento no tiene límites.

Frase completa:

 “Sólo sé que no sé nada y al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”

Guillermo Gracia Sanchón 4ºB